Había una vez tres chicas que se fueron a las fiestas de un pueblo lejano sin el consentimiento de sus padres.
A la vuelta se quedaron en un cementerio haciendo la ouija y los Espíritus les dijeron que no salieran de allí hasta el amanecer.

Dos de ellas, pensando en lo que dirían sus padres, se fueron. La tercera se quedó allí temblando hasta la mañana siguiente.

Cuando llegó a su casa se encontró con las madres de sus dos amigas llorando desconsoladas por la desaparición de sus dos hijas. Sólo se salvó ella.