La culpa es de los genes. En temas de consumo, también. O eso afirman Itamar Simonson y Aner Sela, que acaban de publicar un estudio en el Journal of Consumer Research en el que aseveran que el gusto por determinados productos -ya sea el chocolate, el jazz o las películas de serie B-, y por ende los hábitos de compra, se heredan.
Para llegar la sociobiológica y mediática explicación, los investigadores de la Universidad de Standford y la Universidad de Florida (Estados Unidos), respectivamente, interrogaron a varios grupos de gemelos idénticos y mellizos sobre sus preferencias de consumo para determinar si ciertas decisiones tenían una base genética.
Como era de esperar, los resultados de los gemelos idénticos mostraron similitudes, lo que para los investigadores, significa que "el comportamiento en las tiendas es algo que se hereda". De hecho, se muestran convencidos de que también llevamos impreso en los genes el compromiso con ciertas opciones, la preferencia por lo seguro por encima del riesgo, o el hecho de favorecer las necesidades por encima de los caprichos.
En cambio, el gusto por según qué tamaños por encima de otros, los tatuajes o el ketchup es algo cultural, dicen. Lo que no explican es por qué ocurre precisamente con estos productos y no otros.
Los consumidores les discuten los hallazgos y atribuyen sus decisiones a lo que han aprendido en su entorno. Simonson y Sela admiten que las elecciones de compra pueden ser el resultado combinado de los genes, la cultura y el márketing, pero insisten en que, sea como sea, el fenómeno merece más atención.
la genetica del shopping
mentira todo, en mi casa no hay compradores compulsivos como yo