Cita:Si todos los años esta fecha es realmente especial para las mujeres, este 8 de marzo de 2011 lo es todavía más, puesto que se cumplen 100 años de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora.

El Día Internacional de la Mujer Trabajadora o Día Internacional de la Mujer se celebra el día 8 de marzo y está reconocido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En este día se conmemora la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo integro como persona. Es fiesta nacional en algunos países.

La idea de un día internacional de la mujer surgió al final del siglo XIX, en plena revolución industrial y durante el auge del movimiento obrero.

La celebración recoge una lucha ya emprendida en la antigua Grecia y reflejada por Aristófanes en su obra Lisístrata, que cuenta como Lisístrata empezó una huelga sexual contra los hombres para poner fin a la guerra, y que se vio reflejada en la Revolución francesa: las mujeres parisinas, que pedían libertad, igualdad y fraternidad, marcharon hacia Versalles para exigir el sufragio femenino, pero no fue sino hasta los primeros años del siglo XX cuando se comenzó a proclamar, desde diferentes organizaciones internacionales de izquierda, la celebración de una jornada de lucha específica para la mujer y sus derechos.

La incorporación de la mujer al trabajo, aunque ayudada por los movimientos feministas que empezaron a surgir en el siglo XIX, llegó de una forma algo repentina, y por una causa de fuerza mayor: la Segunda Guerra Mundial. Y es que, mientras los hombres se dejaban la vida en los frentes, eran las mujeres quienes tenían que seguir con sus trabajos para que la sociedad siguiese siendo productiva. Así, un gran número mujeres, de los países aliados principalmente, dejó las tareas del hogar y se lanzó al mundo laboral.

El 8 de marzo de 1908, un grupo de mujeres trabajadoras de una fábrica de textiles en Nueva York, cansadas del oprobioso régimen laboral al que estaban sometidas, se rebelaron y exigieron la reducción de la jornada diaria a 10 horas en vez de 16; reclamaron además el fin del trabajo infantil y mejoras en las condiciones de trabajo para todos. La respuesta de los dueños de la fábrica fue brutal: le prendieron fuego al edificio y quemaron vivas a las mujeres rebeldes. Por eso, este debe ser un día para que las mujeres denunciemos, reclamemos y avancemos en la lucha por lograr una sociedad más justa y más solidaria.

Los antecedentes de esta protesta en Nueva York se remontan a una revuelta similar también en Estados Unidos, por allá en 1857, cuando otras mujeres reclamaron también mejores condiciones de trabajo; y tiempo atrás, la Revolución Francesa, en 1789, había dejado grandes experiencias en la lucha por la emancipación femenina. Si bien esta revolución no significó cambios notables en la vida de las mujeres, que no lograron liberarse del sometimiento ancestral, sí sirvió para debatir el papel de la mujer en la sociedad.

Hasta entonces la mujer era un ser sometido a las ideas de su familia o de su marido.

Con la revolución surgió la preocupación por la igualdad entre los sexos y los derechos civiles, y fue notorio el papel de la mujer como agitadora de ideas y como incitadora en todos los actos, protestas y marchas.

La historia registra los nombres de valerosas luchadoras que reclamaban para todas el derecho al trabajo, a la instrucción, al divorcio y al aborto, pero fundamentalmente peleaban por sus derechos cívicos, se oponían al patriarcado político y a la jerarquía familiar.

La revolución les reconoció sus derechos legales, pero les siguió negando el acceso a la vida política, porque la verdad era que los revolucionarios, inclusive los más consecuentes, continuaban convencidos de que el papel de la mujer estaba circunscrito sobre todo a la maternidad y al hogar.


Las luchas de la mujer de principios del siglo XX se dieron en el escenario de dos guerras mundiales y del surgimiento de las ideas socialistas que promovieron el desarrollo de un movimiento obrero fuerte en el cual se destacaron muchas mujeres.

Fue la alemana Clara Zetkin, política, feminista y pacifista, quien como miembro del Sindicato Internacional de Obreras de la Confección, y en el marco de la Segunda Conferencia por los derechos de todas las mujeres, celebrada en Copenhague en 1910, propuso el 8 de marzo como el día para reivindicar la memoria de tantas mujeres sacrificadas por la defensa de sus derechos.


Todavía hoy la situación de la mayoría de las mujeres trabajadoras es calamitosa. A pesar de que representamos la mitad de la población del mundo, percibimos apenas el 10% de los ingresos totales. De cada tres pobres, dos son mujeres; el 25% de los hogares está a cargo de madres solas. Un 20% de las mujeres ha sido víctima de maltrato, violencia física o sexual, y socialmente seguimos observando cómo se reprocha en las mujeres lo que se aplaude en los hombres. La discriminación laboral y salarial es marcada: aún en la democrática Suecia, los salarios de las mujeres son en promedio un 15% inferiores a los de hombres que desempeñan los mismos oficios, y es notorio cómo la opinión es mucho más exigente con el desempeño de las mujeres en la política.

Queda pues mucho por hacer en favor de la mujer. Es preciso aprovechar esta conmemoración para reflexionar en lo que dijera Pierre Schori, un excanciller sueco: “Las mujeres tienen responsabilidades sin tener poder. Los hombres tienen poder sin tener muchas responsabilidades”.