21-10-2011, 22:04 PM
Todos tenemos sentido del ridículo en menor o mayor medida, pero a veces nos saltamos nuestros propios límites con tal de ver reír a quien quieres cuando ves que lo está pasando mal.
A veces es en público, lo cual tiene mas mérito, sobre todo si tu sentido del ridículo es muy acusado. Otras veces solo queda entre los dos y aunque nadie te vea hacer el tonto, sabes que a quien se lo haces te lo recordará siempre. Pero merece la pena con tal de verle cambiar la expresión de su cara.
Voy a comentar un par.
Uno en público. Recuerdo hace mucho, eso que tienes los diecisiete mas o menos y estoy en un pub muy tranquilo frecuentado por gente mucho mas mayor. Sentados con un buen café un amigo llora desconsolado por que le ha dejado la novia. Nada le consuela, no consigo cambiarle al menos un poco la cara.
No se exactamente que se me pasó por la cabeza, supongo que no medité nada. Tan solo me puse en pie y me dirigí a la mesa de billar, me subí encima de pie y delante de todo el mundo me puse a cantarle una canción romántica en inglés a pleno pulmón.
Solo le miraba a el a los ojos, de esa forma no me daba cuenta de las miradas clavadas hacia mi del resto de la gente. No recuerdo que canción era, es mas, ni se inglés, pero recuerdo como le cambió para mejor su cara.
La segunda.
Esta entre solo dos, con mi mujer. Una noche cualquiera volvía con mi mujer del hospital, no fue un buen día la verdad. Al menos hasta ese momento. La pobre no estaba muy bien, se encontraba físicamente agotada y lo que es peor, muy, muy triste.
La ayudé a tumbarse en el sofá del salón entre besos y caricias, pero nada, que seguía con esa cara triste como cuando entró por la puerta de casa. Todavía tenía que tomarse aún mas pastillas así que me dirigí a la cocina para prepararlas y llevárselas.
Otra vez no se que se me pasó por la cabeza, pero el caso es que estando en la cocina empecé a desnudarme. Me quedé totalmente desnudo salvo los calcetines, me los subí en plan hortera bien arriba, que se vieran bien, me puse un delantal y acudí al salón con una pequeña bandeja plateada conteniendo las pastillas y un vaso de agua.
Entré todo serio y frío sin expresión alguna en mi cara, mis facciones parecían talladas en piedra. Pero los latidos de mi corazón acelerado al oír las carcajadas de mi mujer cuando me di la vuelta para volver a la cocina con el culo al aire es una de las sensaciones de las que guardo mejor recuerdo.
Y es que, por muy riguroso que una persona tenga el sentido del ridículo, y el mío está muy alto, acaba saltándose su propia barrera con tal de hacer reír por un instante a quien se quiere.
¿Que locura has cometido tu por quien quieres?
Saludos.
A veces es en público, lo cual tiene mas mérito, sobre todo si tu sentido del ridículo es muy acusado. Otras veces solo queda entre los dos y aunque nadie te vea hacer el tonto, sabes que a quien se lo haces te lo recordará siempre. Pero merece la pena con tal de verle cambiar la expresión de su cara.
Voy a comentar un par.
Uno en público. Recuerdo hace mucho, eso que tienes los diecisiete mas o menos y estoy en un pub muy tranquilo frecuentado por gente mucho mas mayor. Sentados con un buen café un amigo llora desconsolado por que le ha dejado la novia. Nada le consuela, no consigo cambiarle al menos un poco la cara.
No se exactamente que se me pasó por la cabeza, supongo que no medité nada. Tan solo me puse en pie y me dirigí a la mesa de billar, me subí encima de pie y delante de todo el mundo me puse a cantarle una canción romántica en inglés a pleno pulmón.
Solo le miraba a el a los ojos, de esa forma no me daba cuenta de las miradas clavadas hacia mi del resto de la gente. No recuerdo que canción era, es mas, ni se inglés, pero recuerdo como le cambió para mejor su cara.
La segunda.
Esta entre solo dos, con mi mujer. Una noche cualquiera volvía con mi mujer del hospital, no fue un buen día la verdad. Al menos hasta ese momento. La pobre no estaba muy bien, se encontraba físicamente agotada y lo que es peor, muy, muy triste.
La ayudé a tumbarse en el sofá del salón entre besos y caricias, pero nada, que seguía con esa cara triste como cuando entró por la puerta de casa. Todavía tenía que tomarse aún mas pastillas así que me dirigí a la cocina para prepararlas y llevárselas.
Otra vez no se que se me pasó por la cabeza, pero el caso es que estando en la cocina empecé a desnudarme. Me quedé totalmente desnudo salvo los calcetines, me los subí en plan hortera bien arriba, que se vieran bien, me puse un delantal y acudí al salón con una pequeña bandeja plateada conteniendo las pastillas y un vaso de agua.
Entré todo serio y frío sin expresión alguna en mi cara, mis facciones parecían talladas en piedra. Pero los latidos de mi corazón acelerado al oír las carcajadas de mi mujer cuando me di la vuelta para volver a la cocina con el culo al aire es una de las sensaciones de las que guardo mejor recuerdo.
Y es que, por muy riguroso que una persona tenga el sentido del ridículo, y el mío está muy alto, acaba saltándose su propia barrera con tal de hacer reír por un instante a quien se quiere.
¿Que locura has cometido tu por quien quieres?
Saludos.